In(ter)dependencia

Llevábamos tanto tiempo funcionando en frecuencias diferentes, que esa mañana, cuando me pidió que le dejara dormir un poco más no me negué, como solía hacer. Debo reconocer que tenía un aspecto tan plácido, acurrucado entre las sábanas, como de ser feliz después de mucho tiempo de desencuentros y rivalidades. Sería interesante pasar un día sin él, que durmiera todo lo que necesitara y tal vez despertaría renovado y lleno de esa vida a la que sin duda últimamente no se le notaba muy apegado. También yo podría descansar de él y de sus contínuos arrebatos, dramas y euforias que me estaban agotando. No voy a mentir, sabía entonces como lo sé ahora que no podríamos estar separados mucho tiempo, pero no era mala idea hacer la prueba.

El desayuno se limitó a cumplir sin placer ni molestia su función de llenar el estómago y proprocionarme la energía necesaria para afrontar la jornada. Me dijeron que mi mirada era distinta, tenía un algo inquietante de análisis que parecía escrutar hasta el comportamiento más sencillo, silencioso y atento como si llevara un microscopio incorporado y el mundo fuera mi laboratorio particular. No se estaba tan mal, después de todo, viviendo el proceso por mí mismo sin depender de los prejuicios, simpatías, iras, filias y fobias del otro. Y comprendí que no lo echaba de menos, aunque inevitablemente tendría que volver a su encuentro.

Al regresar a casa, sin el cansancio ni sensación de derrota a los que estaba acostumbrado, seguía allí, en la cama, esperándome ya despierto. Me contó que había tenido mil sueños felices en los que todo era posible y me convenció para no abandonarle. Con desgana, pero sabiendo que era lo único que podía hacer, lo tomé en mi mano y lo puse en su sitio. En el pecho, un poco a la izquierda, donde le correspondía estar. Porque, aunque no quisiera reconocerlo, sabía que no podía vivir sin mi corazón.

"...If I lend it to you, will you keep it safe for me? / If I lend it to you, will you treat it tenderly?..."