viernes, marzo 11, 2011

Una Palabra Tuya


Ahora que empieza a hacer 20 años de casi todo, también hace 20 años de tí. De vez en cuando te asomas de improviso por una ventana de mi memoria, como ahora, y al momento te esfumas, como harás cuando acabe de escribir estas líneas. Trato de imaginarte con la edad que tendrás hoy, con la vida que tendrás hoy, con tus hijos ya crecidos y libres de todo trauma por el divorcio, si es que llegó. En ese momento era una reciente y bastante dolorosa separación, habías dejado a tu familia y a tu férrea comunidad TJ para lanzarte a la búsqueda de tu propia vida, sin saber exáctamente qué vida estabas buscando. Y en tu mirada de doble fondo, tras una aparente imperturbabilidad, se adivinaba que la caldera llena de culpa, ira y dolor estaba a punto del sobrecalentamiento. Me pregunto si estalló y qué se llevó por delante. Solo pude acompañarte en el lecho en un breve tramo del trayecto, tan breve que por más que quiera no alcanzo a recordar más que unas pocas escenas de vodevil entrando a hurtadillas en tu casa para que el vecindario no supiera de tus escarceos, un hermoso bosque de vello en el que me gustaba perderme, y unos cuantos fragmentos de conversación a deshoras, cuando tras vaciar tu cuerpo necesitabas vaciar tu alma, siempre pendientes del reloj para marcharme igualmente a hurtadillas al amanecer, cuando las calles aún no estaban ni puestas. Curiosamente no recuerdo tu nombre, pero sí tu palabra. Algo que me dijiste a oscuras, con la voz quebrada después de una larga pausa en tu relato del malestar. Y que no sé si entendí mal, pero no quise hacértelo repetir para no romper la trascendencia del momento. Todavía hoy, cuando tu recuerdo asoma por la ventana de la memoria, me pregunto si realmente dijiste aquello.

"¿Sabes? Es que tengo un marketing de vida muy complicado."


(..."the world is full of them...")

miércoles, marzo 09, 2011

Mismidades

Ronronia Adramelek, hacedora de un interesantísimo blog, y generadora de algunos de los comentarios más inteligentes que estos humildes ojos han leido desde que el mundo es blog, publicó el lunes esta curiosa foto.



Y al momento me vino a la cabeza un texto de 2008, cuando este desprestigioso blog era un puro erial (como si ahora fuese otra cosa, vaya), donde utilicé por primera vez la palabra desastronauta. No hace mucho, googleando me enteré de que hay un libro escrito en 1971 por un autor portugués, Flavio Moreira da Costa, llamado "O Desastronauta". Juro que no tenía ni idea, y aún no sé cómo se me ocurrió tal término. No sé si leí algo sobre el libro y se me quedó agazapado en algún pliegue de la memoria, o tal vez simplemente se me ocurrió de la nada. No me creo tan original como para algo así, pero quién sabe. En cualquier caso, creo que me define bastante bien, por eso pasó a ser el subtítulo de este blog. Recupero ahora este texto, aprovechando que estoy en una etapa de alarmante falta de ideas. Y aunque he estado tentado de cambiar algunas cosas, lo dejo tal cual se publicó, tiene su gracia porque es así como muy de drama y tal, que me gusta mucho. Yo es que soy muy de drama, no sé si os habíais percatado. Y la música de acompañamiento es mu bonica.


 Auto Mata 
(15 de Julio de 2008)

Hay días que soy un muro. Hay días que soy una esponja. Unas veces musgo, otras brezo. Creo que soy más cristal que acero, aunque lo mismo soy metacrilato (Woody Allen me mandaría derecho al infierno). Una anguila a la que me gustaría impulsarle ortográficamente la a, quitarle la ene y dársela a la traca. Soy una tira de velcro que se sueña satén. Una señal de stop. Un bosque tenebroso de deseos imposibles. Una pluma que viaja en busca de una hoja en blanco, y que cuando la encuentra descubre que la tinta se le ha secado. Un acorde en desacuerdo (déjame en paz de una vez, Woody). Una maleta con el cierre cedido que va dejando escapar (d)efectos personales. 

 Unas gotas de sangre en el parquet (ay no, eso es de Tino Casal).


La huella antigua de un desastronauta.



lunes, marzo 07, 2011

En Juego

El Nivel 1 era muy fácil. Apenas había unos cuantos rostros y unos muchos cuerpos sin dueño, algún nombre no del todo claro, cifras desparramadas que sugerían edades o números de teléfono desparejados. Todos desaparecían con facilidad, no había que emplear grandes estrategias ni consumir una energía que más tarde sería muy necesaria. Con un mímino de habilidades manuales, linguales o entreperniles, sin mucha complicación, el terreno se iba despejando hasta quedar victorioso.

El Nivel 2 requería algo más de esfuerzo. Todavía no era necesaria ningún arma, pero había que dar con los útiles de limpieza adecuados, y las habilidades tenían que ser mayores, especialmente las manuales. Limpiar, limpiar, este nivel se basaba más en eliminar las manchas producidas por situaciones embarazosas o lamentables. Los restos de pudor y desagrado que se amontonaban en pilas tras la limpieza tenían que procesarse hasta su transformación en confianza y porvenir. Me costó un poco más, pero finalmente pude dejarlo todo igualmente despejado.

En el Nivel 3 aparecían las primeras trampas. Rechazos y malos recuerdos, desplantes, mentiras, todo entretejido en una red firme que se extendía por toda la planta dejando poco espacio para maniobrar. Y encontrar el cabo suelto con el que empezar a destejer sin dar pasos en falso no era fácil, no. Como en alguna película de ladrones de museos, el más mínimo roce con la red hacía saltar las alarmas y se producía la desconexión total. Me llevó bastante tiempo aprender la combinación perfecta de pasos, saltos, ahora te arrastras, ahora te elevas, por aqui metes la mano y por aquí cortas, esta zona es segura y en esta hay pinchos, hasta que la red pudo ser destejida y la estancia lució amplia y confortable. Una victoria más.

Para el Nivel 4 ya había que recurrir al armamento. Yo que soy de natural poco violento, pensé que con una fusta o un látigo podría apañármelas. Error. Tras varias decenas de intentos, cada uno con artillería más pesada que el anterior, conseguí poco a poco deshacerme de J. el creativo, de B. el tramposo, de P. el vago, de M. el sabelotodo, de V. el histriónico... creo que perdí la cuenta de a cuantos tuve que eliminar, aparecían por todas partes, con toda suerte de información. Algunas fechas eran sorprendentemente lejanas, y su duración increiblemente corta, pero ahí estaban, almacenados en el nivel 4, al acecho de cualquiera que intentara acomodarse. Y algunos, con varias vidas extra. A punto estuve de perder toda la energía que había ido acumulando, pero conseguí acabar incluso con L. el comprometido y F. el perfecto. Al echar un vistazo alrededor y verme solo por fin en la galería, sentí una mezcla de euforia por lo que había logrado y temor por lo que me esperaba. El Nivel 5. Nadie había vencido en ese nivel, y algo me decía que yo tampoco podría hacerlo. No habría palabras, lenguas, roces, caricias, estrategias ni armamentos que pudieran arrancarte a la bruja manipuladora de tu madre del corazón.



jueves, marzo 03, 2011

En Beneficio

Los ve cada mañana. Su color debe ser el gris, aunque a él el gris le parece un color hermoso en su tristeza, pero por esa asociación asumida por todos con lo anodino, sin duda su color debe ser el gris. Saca del bolso su libreta, y en la sección de Grandes Ideas, anota a toda prisa, con una letra que más tarde le costará descifrar, un esbozo sobre un diálogo con el Gris donde este se quejará del papel tan desagradecido que le han encasquetado en la Historia. Otra más de sus Grandes Ideas que se quedarán sin desarrollar. Y vuelve a dirigir la mirada hacia los cenicientos. Como todos los días, han entrado en silencio, han murmurado un buenos días, se han sentado a la mesa y ahora esperan su desayuno, que no han tenido que pedir por ser clientes (grises) habituales, que siempre toman lo mismo y siempre cumplen su ritual de seriedad silenciosa, ocasionalmente rota por algún comentario que él no acierta a captar desde su lugar en la barra. Seguramente hablan del tiempo o de alguna actividad o tarea que les espera en la jornada, aunque quién sabe si en realidad ultiman un Plan de Dominación del Mundo. O discuten la receta de los callos a la madrileña. Lo que sea, siempre es en pocas palabras, y el resto del tiempo es silencio. Apenas rozan sus miradas. Intentando no ser muy descarado, no les pierde de vista. La pareja gris le fascina. No sonríen, hablan poco, casi ni se miran. Y sin embargo. 

La manera en que uno le sacude suavemente las migas de la pechera. La manera en que el otro le sujeta la puerta para que pase. La inequívoca complicidad, innecesitada de palabras, miradas o sonrisas, que desprenden al caminar por la calle agarrados del brazo, fortaleciendo sus pasos titubeantes y cansados por el peso de las décadas. Probablemente ya tienen mucho hablado. Quizá guarden las sonrisas para regalárselas en la intimidad. Seguro que sus ojos conocen cada rincón del otro. Indudablemente, es una pareja feliz. Y mañana volverá a verlos y de nuevo pensará en el papel injusto del Gris.