viernes, febrero 22, 2008

Let Them Eat Cake



Era lo menos parecido a Mary Louise Parker, pero sus pasteles tampoco tenían sabor. Por más voluntad que le echaba, su repostería era insípida. Mientras para el pan tenía una mano excelente, los dulces, que por fuera presentaban un aspecto suculento y tentador, no sabían a nada. Peor aún, sabían a vacío. La gente los seguía comprando porque era la única pastelería (obrador, le gustaba decir, le daba un aire más artesano) que siempre estaba abierta, y ya se sabe el público es muy dado a lo dulce. Para celebraciones, descelebraciones, tardes familiares o solitarias, nada como un bizcocho, un trozo de tarta o unas milhojas. Todos miraban su vitrina con deseo, escogían tras mucho dudar entre tanta suculencia, volvían a casa, y cuando hincaban el diente, degustaban el vacío. Pero pensaban que era una casualidad que ese día no le encontraran sabor al dulce, que tal vez se debía a que la paella, las lentejas o el besugo que acababan de comer les había anulado el sentido del gusto por un rato, y acababan volviendo. Hasta que poco a poco fueron dejando de comprar. El pan siempre tenía éxito, estaba en su punto y en todas las variedades había acierto, pero los pasteles se iban quedando abandonados en la vitrina, y cada día tenía que tirar bandejas enteras de ellos a la basura. Nadie decía nada. Si él preguntaba, decían que estaban a dieta, que habían comido fuerte, que no llevaban dinero, cualquier excusa era buena. Pero un día, una señora, harta de su insistencia le dijo "Sabes qué? Tus pasteles no tienen alma"

Continuará

Escuchando: "The City is at War", de Cobra Starship (Fueled By Ramen, 2007)