I de Incandescencia

Le habría gustado detener el tiempo y quedarse a vivir en ese abrazo. Pero el tiempo, implacable, siguió su curso, permitiendo apenas unas palabras sazonadas con halago e inocente picardía en medio de, una vez más, una transacción comercial. Nunca había visto sus ojos desnudos, no pensaba que eliminar unas simples gafas pudiera hacer subir un par de escalones más el interés, pero ver aquella mirada intensa en todo su esplendor, algo enrojecida por unas lentillas que no terminaban de encontrar acomodo, fue lo que hizo falta para que el click con k volviera a hacer acto de presencia. Si es que hacía falta algo para renovarlo, por otra parte. Quisiera haberle propuesto una cena, una charla más tranquila fuera del trabajo, entregarle su alma de arcilla para que moldeara un futuro a voluntad con su cálida risa como banda sonora, con sus ojos iluminando el camino, a salvo de obstáculos, a salvo de tropiezos. A salvo de espejos.

Pero ya no se engaña. Sabe que no será capaz, que nunca pasará de unos cuantos piropos y zalamerías. Se alimentará de cada breve encuentro como una serpiente, entrando en un imperfecto letargo durante la digestión hasta que se vuelvan a ver, brevemente, con su click y sus bromas y sus quebienteveo y cuéntamecomoteva. Aunque note en el abrazo de despedida que no es el único que desprende calor. Mucho calor.