viernes, febrero 25, 2011

Algo Pasa Con Butt (Swan Week, Vol. IV)


Y con esto, oh queridos y plumaborrecientes lectores, se termina la serie de entradas dedicadas a "Black Swan", esa película que tanto revuelo ha causado y que ya he dicho que, aunque la disfruté bastante, no me ha parecido para tanto. Pero tenía dentro varias cosas que se merecían un hueco en este desprestigioso blog. Una debilidad de siempre (Barbara Hershey), una debilidad reciente (Natalie Portman), y dos debilidades más recientes aún (el director Darren Aronofsky y el músico Clint Mansell). Y vuestro humilde narrador siempre acaba sucumbiendo a las debilidades, pobre de mí. Si yo os contara. Pero no vamos a desviarnos del asunto, no.

Resulta que queda una cosa más por destacar de esta película. En Black Swan hay algo profundo y trascendental, definitivo y cautivador. Y desgraciadamente, fugaz e inasible. Algo que se clava en la pupila, sacude las entrañas y despierta la tormenta. Decía mi primo Adrianos que la soberbia interpretación de la Portman no habría sido redonda sin el apoyo y contrapunto de las otras tres actrices. Cierto. Pero hay algo más que contribuye a su perfección, y es, sin duda alguna.... ¡¡¡ESTE PEDAZO DE MAROMO!!!

(are you talking to me?)


Si, queridos y piruetísticos lectores. Este ejemplar de homo marominis es la verdadera razón por la que merece la pena Black Swan. Ni Hershey, ni Mansell, ni Portman ni leches. Benjamin Millepied, que mira qué apellido más apropiado tiene, es el coreógrafo y bailarín principal de todo esto, así que lo tenemos de acá para allá en mallas y demás outfits balleteros a lo largo de la película. Y si ayer decía que el director es muy listo y convierte los efectos de montaje y sonido en un personaje más, esta vez añade a los desasosegantes crujidos de la madera, de los huesos y de la tela un calenturiento efecto visual, humano y lozano y nos lo estampa en la cara cuando le da la gana. Sin paños calientes. Qué malvado.

(Algo malo debe tener. Seguro que es de los que no bajan la tapa del retrete.)


Millepied es primer bailarín del New York City Ballet desde 2002, y además tiene su propia compañía, Danses Concertantes (buen nombre, pardiez!). En principio solo se iba a encargar de montar la coreografía para la película, pero acabó como pareja en pantalla de Natalie Portman... y en la vida real también. Qué bonito es el amor. 

(...y qué mala es la envidia)


Hay un momento trascendental en la cinta, que contaré a grandes rasgos para no fastidiar a aquellos que aún no la habéis visto. Pero estad pendientes, sin ese momento la película no tendría sentido. Digamos que hay una escena de baile con un contratiempo. Vincent Cassel (que es el que hace de director de la obra y que se merecería otra entrada... tranquilos, no la habrá) les echa la bronca, Natalie se retira cariacontecida y Benjamin se va por el lado contrario muy ofuscado. Y al darse la vuelta, durante una milésima de segundo aparece ante nosotros el ejemplar más perfecto de culo que uno se pueda imaginar, enfundado en unas mallas creo que verdes (si, estaba yo como para fijarme en el color). Una cosa sobrenatural. Una experiencia mística. El rey de los culos. Como aquello que tan bien contó nuestro querido y visionario Z en su post "El culo perfecto". Hay un antes y un después de ese culo. Luego pasan cosas importantes en la peli, pero ya nada importa. Hemos asistido a un momento glorioso. Y la maldita mi querida Natalie asiste a momentos como ese cuando le da la gana, la tía. No sabe ná.


 (...)

Y yo iba a acabar hablando de los Oscars que se entregan el domingo, y tal. Pero se me ha ido el santo al culo, digo al cielo. No sé en qué estaría yo pensando. Así que mejor os dejo con algo que no tiene nada que ver con esto. Viendo el programa "días de cine", han puesto un fragmento de una olvidada comedia de Whoopi Goldberg y Ted Danson, "Made in America", y me he acordado de una canción del gran Sergio Mendes que  aparecía en la banda sonora y que es como muy de levantarse de la cama para empezar el viernes alegre pensando que el fin de semana ya está aquí, y encima con un puente para los que somos del sur (tenía que decirlo). Y ya veremos si lo pasamos de miedo... o de culo.


...y una foto más, ea.


jueves, febrero 24, 2011

Algo Pasa Con Clint (Swan Week, Vol. III)

Cuando se estrenó "π" en 1998, se convirtió en eso que llaman "clásico de culto instantáneo". Una historia de matemáticas, Torah y conspiranoia en un violento blanco y negro, pocos medios y mucha inspiración, que fue el debut en la dirección de Darren Aronofsky. Como amante de la música electrónica, la banda sonora me pareció un dulce: Aphex Twin, Orbital, Autechre, Roni Size, y un tema principal brillante, drum'n'bass turbio e hipnótico compuesto por otro presunto debutante, Clint Mansell. Ese nombre me sonaba de algo, pero no lo ubicaba. Tal vez fuera algún productor de ese tipo de música que a veces funciona como jungla de grupos efímeros y formaciones mutantes. En cualquier caso, era lo primero que componía para cine, dos breves piezas que reflejaban perfectamente el caos y la paranoia del argumento. Tremendas.


Dos años después, Aronofsky presentó "Requiem Por Un Sueño", película que como todas las de su filmografía cuenta con tantos amantes como detractores. Yo estoy entre los primeros. Más presupuesto,  actores de renombre, y la confirmación de un estilo efectista (en el mejor sentido según unos, en el peor según otros) en el que el montaje, el sonido o las músicas juegan un papel tan importante como el guión o los actores. Volvía a aparecer Clint Mansell a cargo de la banda sonora, y esta vez era una partitura en la que los instrumentos de cuerda, a cargo del prestigioso Kronos Quartet, describían el desasosiego y la angustia, con una música bella hasta el dolor, cuyo tema principal ha sido utilizado docenas de veces en anuncios, videojuegos, montajes, y hasta en trailers de otras películas. Seguro que muchos creéis que este tema tan famoso pertenece a "El Señor de los Anillos". Pues no.


No recuerdo en qué momento me enteré de algo que me dejó pasmado y con una sonrisa de oreja a oreja. Clint Mansell no era otro que el líder de uno de mis grupos favoritos, disueltos a mediados de los 90, Pop Will Eat Itself. Creadores de lo que ellos mismos llamaron grebo, una suerte de rock/hip-hop/industrial muy gamberro y de estética llamativa y fabulosamente hortera que estuvieron en activo desde 1985 hasta el 96. Sus vídeos eran como para echar a correr de horrorosos, así que mejor dejo el link  de una de sus mejores canciones por si alguien tiene curiosidad de ver a ese señor que se parece a Rosendo que canta-recita, y que es el insigne compositor de unas cuantas bandas sonoras imprescindibles en esta última década, fíjate tú.

(aquí ya tiene un aspecto más presentable)

Pues eso, tras la década (bastante exitosa) con el grupo, tuvo la gran idea de dedicarse a la música de cine, y no pudo hacerlo mejor. The Hole,  Murder by Numbers, Moon, 11:14,  The Rebound, entre otras, y por supuesto las siguientes tres películas de su colega Aronofsky, "La Fuente de la Vida", "El Luchador", y, cómo no, "Cisne Negro".



Si en las dos entradas anteriores hablaba maravillas de las actrices, de la música de Mansell no se puede decir menos. Es una lástima que no haya podido ser seleccionada para el Oscar, porque básicamente es una "reinterpretación" de El Lago de los Cisnes de Tchaikovsky, una tarea difícil y con muchas posibilidades de caer en el ridículo, que él resuelve con maestría, usando fragmentos y retales y adaptándolos al desarrollo de esta turbadora historia. Ya ha compuesto para otros directores, así que su talento queda demostrado. Lo que no parece tan claro es si Aronofsky podría hacer una película prescindiendo de Mansell, que hasta ahora ha engrandecido todos sus trabajos. Pero en el cine estamos acostumbrados a presenciar separaciones de sólidas parejas artísticas.  Ojalá que en este caso eso tarde lo más posible.


miércoles, febrero 23, 2011

Algo Pasa Con Natalie (Swan Week, vol. II)


Su mirada...



La mirada de Natalie Portman es uno de esos tesoros que el cine nos ofrece de vez en cuando. Un elemento físico alimentado por una carga emocional intensísima que la sitúa a una distancia sideral de muchos otros intérpretes con más edad, oficio o recursos. No digamos ya de los de su generación. En 1994, una entretenida película de acción, "Leon", nos la dio a conocer, y sin duda fue un acontecimiento. Un thriller violento con un toque espiritual que, si bien estaba por encima de la media en su género, tampoco hubiera pasado a la historia de no ser por la presencia de la Portman. Vaya presencia. Ahí había algo grande. Una niña de 13 años capaz de ser dulce, tramposa, violenta, frágil... y hacerlo creible. Robando cada escena en la que aparecía y mostrando en su mirada un catálogo de sensaciones que ni las cartas de colores de pinturas para paredes. Y un par de años más tarde, repitió la jugada (aumentada y corregida) en la tragicomedia modernuki "Beautiful Girls", en un papel de Lolita indie donde dejaba a actorazos como Timothy Hutton, Uma Thurman, Matt Dillon o Michael Rapaport a la altura de una babucha. 


Era todo demasiado bonito para ser cierto, y en cuanto se metió a hacer de dama de Elche galáctica Princesa Amidala en la segunda/primera trilogía de Star Wars, más de uno pensó (pensamos) en casos como el de, por ejemplo Kirsten Dunst, que entró en el cine arrasando ("Entrevista con el Vampiro") el mismo año que Portman, y poco a poco su presencia poderosa y enigmática se fue diluyendo en papeles absurdos en comedias bobas y dramas más bobos aún. Pero Portman, afortunadamente ha conseguido llevar una carrera más sólida, aún participando de vez en cuando en cosas muy olvidables (incluida toda la trilogía de los mariclones esos). 



 De esta "etapa intermedia", hay una peliculita menor que podría pasar por telefilm de sobremesa, "Anywhere But Here". Road movie lacrimógena con madre desquiciada e hija pragmática que lucha por llevar las riendas emocionales y blah blah blah. Podría ser un truño, pero Natalie, ah, Natalie. Midiéndose nada menos que con Susan Sarandon (pasadísima de rosca), que no es cualquiera cosa. Y la ganadora del duelo sin duda fue Portman. 


Recuerdo que ese año yo participaba en un programa de ocio de una tv local haciendo una minisección de cine, e hice un comentario encendidísimo sobre su mirada en esta película. Tengo grabada en la memoria una escena en la que espera una llamada importante. Suena el teléfono, lo coge su madre, y ella escucha ansiosa, pero no sale como esperaba. Por su mirada pasan todos los matices (expectación, alegría, tensión, incertidumbre, decepción, tristeza), de una manera tan natural, sin sobreactuación, tan creible... toda una lección del arte de interpretar a cargo de una adolescente. He intentado encontrar esta escena pero no ha habido manera. Si alguna vez véis esta película, acordaos de esto.



Su primer papel adulto (adultísimo, nada menos que una stripper) se lo dio Mike Nichols en la estupenda "Closer", que le valió el Globo de Oro y su primera nominación al Oscar, como Secundaria. Y tras "V de Vendetta", "Zona Libre", "Brothers" y alguna otra cosa poco destacable, le ha llegado su gran papel, una interpretación peligrosa porque es de las que marcan una carrera y pueden jugar a su favor (como la Sophie de Meryl Streep) o en su contra (como la Virginia Woolf de Nicole Kidman). Intenso en lo físico y devastador en lo emocional. Absorbente. Mágico. 



(maravillosos carteles no utilizados)

Su Nina Sayer de "Cisne Negro", independientemente del valor de la película (que ya sabemos que hay división de opiniones) está ya en la Historia del Cine por méritos propios. Por esa mirada que salta entre el limbo (nunca el paraiso) y el infierno y estremece y sobrecoge y conmueve. Y te la crees. Puede que otras cosas no te las creas, pero a ella, siempre. En cada plano, en cada movimiento, en cada gesto. Si no fallan todas las predicciones, el domingo recogerá su merecido Oscar. Y cruzaremos los dedos para que no sea un premio maldito, como tantas otras veces. Yo apostaría a que no lo va a ser.

martes, febrero 22, 2011

Algo Pasa Con Barbara (Swan Week, Vol. I)

Señoras, señores, gentes de mal vivir y buen bloguear, permitidme que dedique una entrada a una de las criaturas más fascinantes e infravaloradas del cine, la hermosa, la sensual, la grandísima Barbara Hershey (oooohhhh....).

(viviendo en la era pop)

Nacida Barbara Lynn Herzstein en 1948, empezó pronto a hacer apariciones en Tv y participó en varias películas de diferente repercusión, entre ellas un título de culto,  la segunda película de Martin Scorsese, "Boxcar Bertha", de 1972, con su amor de entonces, David "Kung Fu/Kill Bill" Carradine. Fueron una pareja bella, talentosa, contracultural y muy hippy. Ella accidentalmente se cargó una gaviota en un rodaje y le dio tan mal rollo que decidió llamarse por un tiempo Barbara Seagull como homenaje a la finada. Según parece, entre que el choteo por parte de la industria con su nuevo alias fue general, y que se centró demasiado en su relación con Carradine (retoño incluido, al que llamó Free -Libre-, y que después se cambió rebeldemente el nombre a Tom. Tenga ud. hijos para esto...), su tan prometedora carrera empezó a flaquear,  hasta que llegaron los 80 y de nuevo los buenos papeles.

(aquí, estrangulando un gato, pero se lo pensó dos veces antes de cambiarse a Barbara Cat)


En 1980 co-protagoniza un éxito hoy olvidado (y muy reivindicable), "Profesión: El Especialista", y el año siguiente fue la protagonista absoluta de  "El Ente", morbosa e inquietante película basada en un caso real (gasp!) de una mujer atacada por un ser sobrenatural. Y atacada es... atacada. La imagen de los pechos de la Hershey magreados por las huellas de unas manos invisibles causó gran impacto. Bueno, toda la película causó gran impacto. Y algunos bostezos. Esto..., no estaba mal, pero era demasiado larga y lenta para su género, y toda la expectación generada se diluyó rápidamente. 


 (¿sueñan las amas de casa aburridas con maromos sobrenaturales?)

Y desde entonces, siempre ha estado ahí, y ha demostrado su magnetismo en la pantalla y su valía como intérprete (sí, hasta en El Ente, lo juro), pero por alguna extraña razón que se me escapa nunca ha conseguido estar en primera fila. El mundo del cine está lleno de incógnitas, queridos y cinevoraces lectores. No se puede decir que no haya participado en películas importantes: "La Última Tentación de Cristo", "Elegidos para la Gloria", "El mejor", "Hoosiers", la fallida "Retrato de una Dama", por la que consiguió por fín una candidatura al Oscar, y dos obras imprescindibles, "El Ojo Público", una exquisitez bastante desconocida que recuperaba el espíritu del cine negro de los 40 (a la manera de la posterior "L.A. Confidential") donde aparecía elegante y glamourosa hasta no poder más. 

 (deja que pruebe tu puro, encanto...)

Y la obra maestra absoluta, redonda, total, la grandísima "Hannah y Sus Hermanas", de Woody Allen.

 (Woody está detrás de Barbara y Mia Farrow intentando desenredarles las melenas tras hacer de ABBA en un karaoke.  Pero Dianne Wiest se llevó el Oscar)


Un gran y merecidísimo éxito de público, crítica y premios. Incluso consiguió el de mejor actriz dos años consecutivos en el Festival de Cannes (oh la la!). Pero ni por esas. Barbara siguió estando en segunda división. Aunque probablemente haya sido mejor así. No conozco a nadie que sea más o menos cinéfilo y no babee (por motivos que van de lo lúbrico a lo artístico, muchas veces combinados) al mencionarla. De haberse convertido en una estrella, seguro que habría tenido que cargar con papeles anodinos en sonrojantes comedietas olvidables o peliculones dramáticos de temporada muy sentidos y muy over the top. Eso que nos hemos ahorrado. Y se la ha podido disfrutar en otra exquisitez, "La Hija de un Soldado Nunca Llora", en un par de thrillers estupendos, "Lantana" y "11:14", y en un puñado de producciones televisivas. 

 (Lantana sobre Lantana, y sobre Lantana una....)

 Y ahora, con 62 años y aún tremendamente bella y rotunda (vale, algo de quirófano hay, pero del bien hecho) hace de mater a-mantis-ima de Natalie Portman en la recién estrenada "Cisne Negro", candidata a peli malrollera del año, la década y lo que se tercie. Pero como ya está todo el mundo hablando de ella (ah, ¿que no habéis visto lo que ha escrito mi primo? No sé qué hacéis perdiendo el tiempo por aquí. Leedlo, leedlo...), pues no voy a decir nada más que me ha gustado bastante pero no tanto como esperaba, pero no diré por qué para no desvelar nada a quien aún no haya ido a verla. Merece la pena, sin duda. Hay películas que merecen ser vistas tanto si gustan como si no. Y aquí está la Portman dándolo todo, la Kunis dando cabeza (ejem), la Wynona loquísima del potorro, y Barbara Hershey volviendo a demostrar lo buena actriz que es, lo bien que madura y lo poco que ha necesitado el estrellato para demostrar su brillo. Y lo que le queda.


(y cambió a Kung Fu por Sayid Jarrah!! Digo, la tía...)
 

miércoles, febrero 16, 2011

Música Para Escribir XX: SRO

Trabajo tras un mostrador, como muchos ya sabéis y otros no y en general a todos os da un poco igual, lógicaMente, oh queridos y postSanValentinescos lectores. Un día, un cliente-amiguete habitual. al encontrármelo por la calle me dijo algo que me pareció muy gracioso. "¡Anda, pero si tienes piernas!". Esa frase se me vino a la cabeza hace poco al ver el recién estrenado "otro blog" de SRO, lúcido e ingenioso hacedor de algo tan recomendable como blue notes, entradas mínimas, frescas y contundentes que van de lo reflexivo a lo absurdo, del análisis a la fantasía, de lo político a lo espiritual, a veces en una sola frase, a veces en un pequeño texto, la mayoría originales y algunos rescatados o reconvertidos de lo que lee en otros espacios, pero no por ello menos originales. Todo con mucho humor, aunque a veces sea bastante negro (¿debería decir afroamerihumor?). Como ya dije en su día de Uno, (gracias al cual descubrí a SRO, por cierto), menos es más. Pero SRO, que tan bien sabe condensar las ideas, afortunadamente no condensa los comentarios, revelándose también como una de las sorpresas de la temporada en esta faceta. Y así que ibamos, de sorpresa en sorpresa, deleitándonos con su cabeza en sus sabias blue notes e intuyendo que había más cuerpo por debajo gracias a sus comentarios, cuando ahora hemos comprobado que....¡tiene piernas! Acaba de comenzar un nuevo blog, "El otro blog de Sro", radicalmente distinto en la forma a blue notes, aquí las entradas serán posts "al uso", y aunque acaba de iniciar su andadura (¿blogueadura?), promete, el chico promete. Así que os recomiendo  vivaMente que os deis una vuelta por su(s) espacio(s), seguro que no os va a defraudar. 

Y para no variar, en el último párrafo de estas "músicas para escribir" siempre digo que es difícil buscar una música que pueda servir como acompañamiento, inspiración, desconexión sin saber de qué pie cojea (hablando que estábamos de piernas, aunque sea en lo musical) el destinatario, pero se intenta. En este caso, y dado que Blue Note es el sello más prestigioso de jazz, desde este desprestigioso blog vamos a recurrir, oh queridos y concisos lectores, a uno de mis músicos más queridos, el gran Ike Quebec al saxo con la ayuda inestimable de Grant Green a la guitarra interpretando "Count Every Star", del álbum de Quebec de 1961 llamado "Blue and Sentimental".  Sé de buena tecla que SRO se ha apañado una vitrina para premios y menciones, así que lamento que el primero sea este "intangible". Se siente. Pero bueno, dejemos que invada a SRO de la cabeza a... las piernas.

miércoles, febrero 09, 2011

En Esencia

Debe ser tarde, el sol ya entra con fuerza por la ventana, pero no me apetece levantarme, una vez más me siento decepcionado. Me había prometido no volver a hacerlo, pero siempre queda la esperanza de que sea diferente, especial, único. Tal vez algún día -alguna noche- lo sea, pero mientras tanto, un chasco tras otro. No, no quiero levantarme, puedo oler mi propio fracaso mezclado con el olor a mar que flota por la habitación. Para muchos, el olor es importante. Para mí es fundamental. Como el personaje aquel de la célebre novela, el olfato siempre ha sido el más desarrollado de mis sentidos, creo que podría hacer un repaso a mi vida en base a los olores que me han rodeado. Mi madre, que siempre ha olido a lavanda y canela, suele contar lo mucho que tardó en superar la aprensión que le daba verme en la cuna con los ojos muy abiertos, concentrado en los barrotes de madera pintada, aspirando nerviosamente su olor como si me fuera la vida en ello.  La goma de mi primer patito para el baño, las mermeladas y bizcochos caseros, las mandarinas, los libros, lapiceros, plastilinas, tizas, ceras, la ropa nueva y la recién lavada, las pastillas de jabón en los cajones, la naftalina, el humo de los puros de mi tío P., el río donde iba con la pandilla de excursión, la primera cerveza,  el cine en una sesión de sábado... Tantos olores importantes en mi recorrido.

Y él olía a limpio, en aquel local nocturno lleno de olores, en medio de tantas culebras con olor a espejismo, él olía a limpio y a cierto. Se notaba en su cuello de bergamota, en su pelo de té verde y muy especialmente en su sonrisa de menta. Hasta sus palabras parecían tener olor. A deseo, a arcilla y promesa. En el trayecto a su casa, la gasolina del coche mezclada con la hierba, el pino y el jazmín que se colaban por la ventanilla entreabierta nos envolvían en un olor a inminencia, a hallazgo, tal vez a felicidad. Y la casa, oh, su casa. Cerezo, haya, sándalo, limón, geranio, claveles, Marsella, limpiamuebles, un fondo de linimento y licor. No me hubiera importado disolverme en el olor de ese lugar, ese aroma a madurez, a seguridad, a por fin.

Nos respiramos durante horas, pudimos comprobar cómo nuestros cuerpos perlados de sudor incorporaban matices infinitos de estimulación, convocando a otros fluidos que se encargarian de dar el toque final de plenitud a la sinfonía olfativa. Pero mientras ejecutaba su postludio de jadeos decrecientes, como todas las veces anteriores, como en todas las otras decepciones, no hubo ninguna diferencia en su olor a asombro y estupefacción, en su hedor a miedo. El sudor provocado por su forcejeo no se distinguió en nada de los anteriores, y lamentablemente, su sangre tenía el mismo aroma a derrota de todos los demás.

Me quedaría en la cama oliendo mi propio fracaso, pero prefiero oler un buen café recien hecho. Tal vez esta noche tenga más suerte.


martes, febrero 01, 2011

Yo Tenía Unos Lobos En Rusia



En lo que llevamos de 2011 ya nos han dejado un puñado de ilustres del cine (y alguno de la música que todavía está pendiente de homenaje en este desprestigioso espacio). Pete Postlethwaite, Susannah York, Peter Yates (director a reivindicar), Anne Francis, y ahora el gran-gran-gran John Barry. Por si a alguno no le suena su nombre, antes de que levante alguna ceja con expresión de "¿y este quién es?", sabed que le conocéis de sobra, ha sido uno de los compositores de bandas sonoras más importantes de la historia del cine. Nacida Libre, King Kong (versión 1976), Robin y Marian, Peggy Sue Se Casó, El León En Invierno y un largo etcétera con tres momentos estelares que forman parte de la memoria colectiva, hasta de la no excesivamente cinéfila: La saga de James Bond, Memorias de Africa y Bailando con Lobos. 4 Oscars a la mejor banda sonora, uno a la mejor canción (la maravillosa "Born Free"), varios Globos de Oro y un Grammy para una carrera en la que alternó grandes partituras orquestales y pequeñas (pero igualmente grandes) composiciones de corte jazzistico (como la excelente "Fuego en el Cuerpo"). 

(¡y estuvo casado con Jane Birkin!)



Desde que se ha sabido la noticia, en practicamente todos los espacios que han hablado de él se ha recurrido, como es lógico, a sus tres momentos mayores, pero desde aquí quiero darle la despedida con la que para mí es la favorita entre tanta obra maestra, como igualmente favorita es esta inmensa película pequeña, escandalosa en su momento (y aun así ganó el Oscar, la única con clasificación X -no por porno, claro- que lo ha conseguido hasta la fecha) y fantástica siempre. La amistad de dos perdedores en la devoradora Gran Manzana, Cowboy de Medianoche.